21.11.08

Amalganada lejanía

Transito tras larga lejanía
en pos de negras baldosas
murmuro con ásperas paredes
sobre la indiferencia sutil
naturalizada deficiencia
de aquellos que se creen
buitres.
Tras paso acompasado
rodar veo fragmentarios pedazos
que no llegaron a ser cuerpo
que se diluyeron tras ansias perder
al fenecer ante frenética amenaza
en donde acabárseme las certezas comienzan
en donde se amalgaman principio y fin
donde las locuras de otros y las mías propias
parecen fusionarse
después del desamor
de ver el mundo de ópticas
tan distintas
fluctuando en discontinuas sucesiones
accidentes cuerpo a cuerpo
renacer- fallecer a la orden del día.
Machacados de olvido
continuamos sin soportar poder
nuestros temblores cotidianos.

De vez en cuando hay que parar
un momento
Por eso digo basta:
a la infamia
de la serena vida
de la ágil muerte
a la infamia
de vivirme entre cajones
de morirme mirando al limpio
cielo
De vez en cuando hay que parar
un momento
olvidar tanta armonía colgada en algún
horizonte
dejar de creer la agonía en el estrés
de cada sonido
-cuando llueve de habitantes un edificio-
Las tardes siguen rozando el trino
de otros pensamientos
Los sacapuntas bordean la fotocopia
que se rebana como verdura
o duerme como almuerzo:
y quiero cortarme laberintos
y alargarme quiero las calles
rectas de tu vida,
y conquistar los sueños que
aún me pican
y gritar los ardores que
despiertan
y levantar los vidrios que
se mecen
y arrojar las maderas quietas
de mi mesa –que se burla
en la real vista de lo medible-
Todo ahora me golpea
y resuena como interminables
ecos
lo ciego de vivir me mata
teniendo sólo la nulidad
de una muerte que me busca
viva la mirada
tras sombras, o en el claro
de tus soles
cuando la luna de tu cuerpo
trasluce resplandores
Por eso, yo no me amigo a detener
los pasos del mundo,
Y suelo repetir:
De vez en cuando hay que parar
un momento.




Marianela Giselle Aballay
nela_g_07@hotmail.com

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