11.10.05

EL ABUELO (colaboración revista nº 10)

¿Dónde estamos?

Esta etapa que vivimos es producto y consecuencia de lo que alguna vez Discépolo pronosticara del siglo XX como problemático y febril. En donde grandes gobiernos se guían sin una cabeza visible, donde el hambre de los pobres y el hedor que destila la muerte de la guerra que vivimos toca a nuestra puerta; mientras nosotros permanecemos insertos en el abismo cibernético de la informática, donde todos entran pero pocos logran separar la realidad virtual de su vida cotidiana. Donde se han perdido las emociones entre hombres y mujeres y nos gobierna una falsa sensación de libertad de la que creemos saber usar. En donde las batallas amorosas se ven solamente conducidas por la curiosidad de saber que cada vez sabemos dominar las nuevas tecnologías que mientras crecen nos llevan a olvidar nuestro corazón = Gran motor que alguien le Dio al hombre para sentir. Donde la mujer en su inseguridad de haber fracasado en el amor, toma distancia del hombre que la asedia a través de un dispositivo electrónico, el cual le brinda la posibilidad de manejar su histeria femenina a su antojo el doble de cuando tiene a su acosador frente a ella. En cuanto al hombre, esta facilidad tecnológica, la sabe capitalizar aún más mintiendo sobre sí mismo, en donde un lobo se disfraza de cordero y esto permite empezar a gran velocidad una relación o terminarla.
En resumen, este sujeto entra creyendo saber por qué entró pero no encontrará la lógica de saber lo que le pasa. De entender si su esencia está en sus palabras, en su corazón, en su audacia, en que conoció a miles de
personas pero no logró querer física ni químicamente a nadie. Y aquí llegamos al punto de que siempre creemos ser dueños de la situación cuando en realidad, tendríamos que haber sido dueños de nosotros mismos. Creo que a nadie le importaría separar de su vida al teléfono o a la computadora a cambio de tener en sus narices a la persona que ama. Aunque en realidad, la raza humana termine siendo dominada por la tecnología y nuestrodestino sigue un oscuro e incierto camino hacia la alienación de saber que el hombre nunca fue dueño de sí mismo, pero acepta su derrota, resignadamente, con una sonrisa amplia, como la del cornudo que es el último en enterarse.


El Abuelo

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