3.10.06

Confusión

Confusión

El horizonte: la obsesión de la vida. Hablaba del destino cuando quería decir horizonte. Siempre hablaba de sus sueños cuando quería contar sus anécdotas. Alguien (no se quien) le dijo que el destino estaba escrito, en algún lugar, en algún tiempo. Él lo confundió (como siempre) con el horizonte y pensó el viaje de sus sueños… nunca soñados y nunca vividos. Desde su ventana podía verlo todo: abajo la playa, el mar y el tan soñado horizonte o destino. Estaba seguro que parado en la línea del horizonte podía ver a la civilización (esa masa de gente que consume masa, cables, humo, ruido y frío, mezclado con más masa, hierros incrustados en cemento y más humo con ruido) // Limpiando la grasa y la tierra de su ventanal, de reojo miró al mar. Su rostro paralizado quedó. Salió y dejó, como nunca lo hizo, la puerta abierta. Ese era el día. Atravesó corriendo la playa y cuando sus pies mojados ya no tocaban fondo, nadó y nadó por ese mar azul que parecía ayudarlo en su travesía. Sintió que nadó por eternidades y se sintió solo. Sus 35 años le pesaban en el cuerpo. Los calambres en su piel reflejaban la distancia. El cansancio de la vida se reflejó en sus ojos. Ese reflejo lo derrotó y poco a poco el cielo se volvía más azul y desparejo, cada vez menos cielo, menos horizonte y más mar, puente de su destino, río de su muerte.

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